Marlo Wayans o Damaine Radcliff parecen servir exclusivamente para cierto tipo de papeles: drogadictos, marginados, desamparados, prepotentes… Como si solo tuvieran la capacidad de encasillarse en un patrón de personaje, lo que causa que actores de una potente trayectoria laboral se vean mermados por el Whitewasing (un leonino sistema de casting por el cual personajes de diferentes razas acaban interpretados por blancos).
En las bases de Hollywood aún siguen existiendo principios racistas. Al ser un significativo pilar, una fuente de influencia, causa bastantes estragos en el séptimo arte. Hay tres formas de representarlo en el cine: un racismo puro y duro como crítica; y la representación del mismo. Déjame salir se enmarca en el segundo grupo.
Blumhouse Productions estreno este 2017 su controvertida película Déjame salir. La película contaba la historia de un joven afroamericano, Chris Washington (Daniel Kaluuya) que se ve obligado a conocer a los padres blancos de su novia. Cuando llega a la casa de sus suegros para pasar el fin de semana, acabara sospechando que su actitud amable y correcta es una simple tapadera que oculta una realidad bastante perturbadora.
La cinta de Jordan Pelee es “racista” porque representa el racismo- positivo-. Es decir, la generalización hacia la raza negra que muestra es fruto de un evidente reflejo social. Tanto el comportamiento de una igualdad maquillada, como la caracterización de bien mercantil, es síntoma de los prejuicios subyacentes- o no tan ocultos.
Hay varios ejemplos destacables en la película. Durante el primer encuentro de Chris con la familia de su pareja, el padre pronuncia un discurso sobre el exterminio del ciervo: “ya solo quedan un par de cientos de miles, […] no me gustan los ciervos […] son una plaga, son como las ratas”. Puede que no se refiera a ese mamífero precisamente. A los pocos minutos, el mismo personaje dice “venga, dilo. Familia blanca. Criados negros. Es un topicazo”. No obstante, el más llamativo sea cuando una invitada de la familia se acerca para preguntar su potencial “en la cama”.
Gif creado a partir de la película Déjame salir. Productora Blumhouse Productions / Qc Entertainment
Es todo un logro haber podido disfrutar de un protagonista negro. Muy pocas películas de terror tienen una trama que recaiga en un personaje no blanco. Como personajes secundarios son algo más numerosos, pero siguen en un porcentaje de apariciones en escena muy por debajo. Donde más exhiben es en matanzas del estilo de “Saw” o “El cubo” y en slashers, avanzando sin pena ni gloria por un guion desigualitario.
Ya el año pasado actores denunciaban la existencia del racismo cinematográfico. Sin contar con el galardón obtenido por Viola Davis en la edición pasada, solo 14 estatuas han sido ganadas en los Oscars por actores negros. Teniendo en cuenta que la primera gala se celebró en el año 1929, es una cifra que roza el cinismo.
Gif creado a partir de la película Déjame salir. Productora Blumhouse Productions / Qc Entertainment
Respondiendo a la pregunta de si es racista Déjame salir, la respuesta es no, al menos de forma literal. El largometraje recrea una situación de discriminación, en mayor parte “positiva”, puesto que ensalza características del grupo étnico basándose en generalizaciones en vez de centrarse en las habilidades y méritos del protagonista. Eso sí, miedo y entretenimiento asegurados.
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA:
La discriminación racial en el cine: una forma de limpiar conciencias
En “Exorcismo en Georgia”, a pesar de su título, no aparece ningún endemoniado hablando en alguna antigua lengua muerta y un cura recitando una oración al ritmo de “sal de este cuerpo, Satanás”. La cinta trata sobre una familia que, al trasladarse a su nueva casa, se dan cuenta que no son los únicos habitantes del hogar. Poco a poco irán descubriendo porqué los espíritus rondan su parcela. Sigue las líneas típicas de las historias paranormales, aunque con detalles que la diferencian dentro del género.
La historia también habla sobre la época del ferrocarril subterráneo y la liberación del pueblo afroamericano. Mezcla la representación histórica del racismo con una crítica explicita. En otras palabras, no solo muestra la discriminación racial de Estados Unidos durante el siglo XIX, sino que también orienta la trama hacia una opinión desfavorable sobre el tema.
Yago García, en su artículo El racismo en el cine, afirma que “La industria americana es una de las que más llevan a cabo un tipo de cine […] que intenta conciliar su pasado como si ese comportamiento de una parte de la población fuese ya un reducto de tiempos lejanos”. A esto añade: “lo cierto es que el país de la libertad no lo es tanto y el racismo sigue existiendo llegando a ser un problema demasiado latente”.
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